sábado, 28 de noviembre de 2009

Le Voyage




Le Voyage

Por Alicia de Andrés López.
Ilustración: Nacho Fernández Lasheras.


Desde su ventana, Pierre Verlaine comprobó las inmediaciones del vecindario en la noche cerrada. Llovía. Era el mejor momento para “salir”.Corrió las tupidas cortinas, se vistió con ropa cómoda y abrigada, comió un poco y después de apagar la luz, se cercioró de que la puerta principal estaba bien cerrada. Sentado ya en el diván, con una botella de Pernod Fils apoyada sobre la coqueta mesita de roble, se quedó con la mirada perdida, bebiendo mientras los narcóticos hacían efecto. Fuera el opio, la Fée Verte o ambos, no tardaron en llevárselo.
Como siempre le ocurría, la embriaguez llegó para llevarle de la mano. Haciéndolo emerger por encima de su propia esencia, empujándolo a desdoblarse.Y cruzó el umbral de lo lóbrego y sombrío, enfocando su visión en su plácido rostro que dormido e ignorante, era observado por su espíritu que ascendía maravillado. Se elevó hasta vislumbrar la totalidad del escenario desde una perspectiva imposible. Y, postrado en semejante palco, se detuvo con deleite en cada nimiedad de los elementos de aquel decorado, tan banal en aquellos momentos, pero tan necesario en su otra vida carnal y soez.
Al lado del diván y de la mesita se encontraban las estanterías de madera, plagadas de olvidados libros polvorientos. Más allá, hacia la ventana, estaba la silla tapizada con adornos florales y el amplio escritorio por siempre desordenado, donde la tinta de la pluma había hecho estragos en pergaminos esparcidos sobre su superficie y el suelo de madera gastada, al lado de la alfombra descolorida. Por último la chimenea y sobre ella el marmóreo retrato de una mujer siempre tensa y amenazante, su madre, presidiendo la sala. Todo se encontraba tal y como lo había dejado.
Pero, al momento, la inquietud colmaba su alma. Algún insólito misterio no encajaba en el lienzo que tenía ante él. ¿Las sombras se movían? ¿Acaso nunca antes lo hubo percibido?
Más allá, en lo profundo, se abrió el canal. Cegándolo con su resplandor tentador, haciéndole olvidar.
Y se alejó de su cuerpo, sobre el diván, para entrar en él; para ver lo que otros no ven, para vivir lo que el resto no puede. Después, regresar.
¡Maldita fatalidad por una y mil veces! Execrable entidad, que oculta tras la sombra de la mujer, aguardó la errada decisión de separarse de lo que tan vulgar le resultaba. Surgió presurosa, ondeando amenazante para caer, sin esperanza, sobre su físico inanimado.
Algo se quebró en él y ya nada pudo hacerse.
Como una garganta insaciable y gigantesca, el portal engullía su psique sin remedio mientras, sobrecogido por la agonía, veía al que fue su cuerpo levantarse con los ojos brillantes de renovado entusiasmo cual recién nacido. Ojos viejos, reflejo de la inquina sabiduría adquirida durante eones.

Publicado en Octubre 26th, 2009, en El Submarinauta

2 comentarios:

Reverendo Gore dijo...

Vamonos vamonos. Ahora me pongo a leer el que me mandaste.

Ali dijo...

Vamonos vamonos XDDDD